Un trocito de Granada en Tenerife
Todos recibimos la noticia de que existía la posibilidad de acudir a un Campo de Verano en Tenerife organizado por Aldeas con algo de recelo. Esa idea de campo de trabajo a todos nos parecía en vez de unas vacaciones, un trabajo voluntario en verano. Poco a poco nuestra educadora nos iba explicando en lo que consistía, en que había varios talleres a los que podíamos acudir, que el horario seria por la mañana por lo cual tendríamos las tardes para disfrutar de la isla. Todavía seguíamos con algo de desconfianza hacia esta experiencia, pero se acabó cuando nos contaron la experiencia de alguien que había acudido. Fue muy importante para nosotros ya que nos contó que tipo de personas acudían y lo bien que se lo pasaba año tras año. Además, ya nos enteramos de en lo que consistía cada taller. Poco a poco fueron llegado noticias, el tiempo que íbamos a pasar, cuando nos íbamos, que educadores nos acompañaban, que tendríamos que ir con ropa especial de trabajo, por lo cual, toco ir de compras.
Llegó la semana de irnos, todos nos pusimos a preparar las maletas que tendría que ser de menos de 23 kilos ya que teníamos que coger avión. Mucha duda sobre que ropa había que echar, manga larga en verano nos sonaba algo raro en verano pero nos informaron que era necesario. Llegó el día, maletas listas, nosotros preparados, teníamos que coger un autobús hasta Madrid y desde allí el avión para Tenerife. En el mismo instante de irnos a la estación de autobuses llegaron malas noticias: Uno de los educadores no podía venir con nosotros por motivos de peso, todos nos pusimos tristes pero podría unirse a nosotros a final de semana por lo cual nos volvió a animar.
Pasó el viaje en bus con tranquilidad, ya que los nervios iban a llegar una vez facturamos la maleta. Teníamos hambre y fuimos a desayunar a falta de 40 minutos para embarcar, tardaron bastante en servirnos el desayuno, por lo cual, esa fue una idea muy poco recomendable ya que tuvimos que hacer los 100 metros lisos corriendo todos por el aeropuerto. Parecía una película, aunque para nuestra alegría fue una película con final feliz porque a falta de 2 minutos para el cierre de la puerta llegamos sudando y con el corazón latiendo mucho más rápido que de lo normal.
Aunque parece mentira aterrizamos en Tenerife sin más anécdotas graciosas (una vez pasadas, claro). Allí nos esperaban para recoger los coches que teníamos de alquiler y llevarnos a nuestro nuevo hogar donde íbamos a pasar las 3 siguientes semanas.
Llegó el lunes, el día en el que empezamos nuestro campo de trabajo. Muchos nervios, muchas caras nuevas y muchas ganas de empezar esta nueva andadura junto a un mogollón de jóvenes de distintas aldeas y distintos lugares del mundo. La semanas avanzaban a la vez que día a día conocíamos a más gente, los compañeros de la aldea de Cuenca fueron especialmente amables con nosotros, por lo cual con estos fueron con los que hicimos más actividades fuera del Campo de Verano (playa, karaoke, cenas, visita al observatorio para ver la luna…) aunque también con los demás compañeros compartimos momentos fuera de la granja, como por ejemplo una ruta turística por el Parque Rural de Anaga.
Como todo en esta vida llega el final, y es el momento más triste de todos, muchas despedidas, algunas lágrimas, pero también la gran experiencia que hemos compartido, aunque siempre con unos más que con otros, lo importante es que hemos conocido personas de distintos lugares, con sus distintas culturas y eso es un enriquecimiento que no tiene precio.
HASTA LA PROXIMA TENERIFE.
Miguel Granados